
Durante un tiempo fueron uña y carne. Tomaban copas, se hacían confidencias y si la cosa pintaba fea, defendían con los puños al resto. Ayer, un biombo se interponía entre ellos apenas unos centímetros, pero la distancia que les separa, hoy por hoy, es casi indescriptible. Los ex «Latin Kings» que declararon ayer como testigos protegidos alteraron el fluir de un hasta hora juicio tranquilo.
Antes de que el primero comenzase a hablar, el familiar de uno de los encausados espetó: «El chivato número 1». De poco servía el distorsionador de voz con el que alteraban el tono de los antiguos reyes. Apenas daban un par de datos, tanto los acusados como los familiares sabían quién estaba sentado al otro lado. El testigo ya conocido en la sala como el «número 52», el que inició las declaraciones de los ex miembros de la banda, se contradijo varias veces y en ocasiones parecía que no entendía las preguntas que se le formulaban. Si la fiscal le preguntaba si había recibido órdenes directas de matar «ñetas» contestaba que sí, pero a la misma inquisición por parte de algún abogado defensor, declaraba lo contrario.
Con el «número 53» el ambiente se caldeó bastante más. Como su antecesor, declaró que el día que murió un «Latin» a manos de la banda rival, todos recibieron la orden de acudir a la discoteca Casablanca a acabar con los «ñetas», muchos, armados con diversas armas blancas. No fue la única vez que oyeron ese mandato de sus superiores, en varias reuniones les conminaron a «matar ñetas» como, por ejemplo, a los de Majadahonda.
Señalar a los agresores
Ambos explicaron que no pagar la cuota semanal a los «reyes» traía consigo un castigo así como querer abandonar la banda. Hasta tres agresiones sufrió el «número 52» que dio cada uno de los nombres de los atacantes. El 53 en cambio, cuando fue preguntado por la identidad de sus agresores, se plantó. «No voy a dar nombres. He recibido nuevas amenazas y tengo miedo por mí y por mi familia», dijo con la voz distorsionada, pero de poco le sirvió.
En ese momento tuvo que intervenir el presidente del Tribunal, quien le explicó que no podía ocultar datos ni decidir qué información desvelaba. «La Ley le obliga a dar los nombres», le explicó antes de hacerle entender que si ocultaba información podía incurrir en un delito. «Podemos hacer un receso si se encuentra mareado -el testigo había pedido agua y estaba nervioso- pero va a tener que dar los nombres», le repitió.
Tras los diez minutos y la declaración de otra testigo, el «número 53» se remitió a su declaración durante la instrucción. «Quiero decir que todo lo que dije en mi manifestación es verdad». No señaló a sus atacantes. Sin embargo, en otro momento de su comparecencia, que se alargó durante dos horas, se negó a contestar de nuevo. Fue al ser preguntado por las visitas al líder de la banda quien supuestamente dirigía la organización desde el exterior. Tengo miedo, no lo voy a decir. De nuevo intervino el presidente del Tribunal. «Puede decir que no se acuerda o que no lo sabe, pero no puede decir que lo sabe y que se niega a desvelarlo». Entonces el «número 53» aprendió la lección. A partir de ese momento, las inquisiciones incómodas las respondía con un «no me acuerdo».
Aplausos
Hasta tal punto se excedió en su uso que una de las abogadas defensoras se hartó y se quejó. «Esto es una tomadura de pelo. Es obvio que el testigo está mintiendo», protestó y se ganó un aplauso del público asistente en la sala, la mayoría, familiares de los acusados.
El presidente del Tribunal salió en su defensa y aludió a la situación difícil de cualquier testigo protegido, unas circunstancias a tener en cuenta, dijo. Así que se optó por leer su declaración durante la instrucción: «Se cruzó con dos “Latins” que le pegaron y le dijeron: “Si en 48 horas no pagas, te vamos a buscar a casa. Cada vez que te veamos por la calle te vamos a dejar desnudo y te vamos a quitar los zapatos. Te vamos a cortar los dedos porque eres un “ñeta”»...
Además, y como prueba de la omnipresencia del «Padrino» en las reuniones de la banda cuando estaba en la cárcel, el testigo «número 53» detalló como se rezaba por el fundador de la banda cuando se juntaban. Nunca le conoció en persona, pero aseguró haber oído que era «muy violento y agresivo. Le daba igual clavarle un cuchillo a alguien», dijo. Hoy declaran más testigos.
LA RAZON.
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