miércoles, 18 de julio de 2007

Cuidado con el bolso en BCN

Suelen ser nórdicos y japoneses, poco desconfiados y acostumbrados a dar libertad a sus bolsos. Tanta, que los dejan en una silla sin vigilarlos mientras se prueban zapatos en una tienda, toman un café en una terraza o se van a bailar a la pista de una discoteca. El momento no es desaprovechado por los maleantes de turno, que hacen su trabajo sin dejar rastro. La desesperación e impotencia llegan después, cuando ya es demasiado tarde y la única solución posible es anular las tarjetas de crédito.
Las zonas de alta concentración de visitantes suele atraer también a los ladronzuelos al acecho. La plaza de Catalunya, la Rambla, la Barceloneta y el Born viven cada día historias de desapariciones de cámaras, bolsos y carteras. En la plaza de Catalunya, los camareros del café Zürich están hartos de advertir a sus clientes de que no dejen móviles y carteras encima de las mesas. También espantan a los conocidos maleantes mientras sirven cafés y cervezas. Muy cerca, en las tiendas del Triangle, los vigilantes de seguridad no solo vigilan el interior de los comercios, sino también un trayecto de la calle de Pelai.
Vanessa Hernández, vigilante del centro comercial, asegura que en los últimos años los robos han aumentado en la zona, según le han comentado sus compañeros de trabajo más antiguos. Los robos a turistas y también a las tiendas suceden cada semana, a veces a diario. "No hay hora ni condiciones. Por lo general, los ladrones son reincidentes y suelen atacar a los más distraídos", asegura Hernández.

Al acecho en la barandilla
Como muchos de los rateros roban menos de 400 euros --considerados como falta (y no delito)--, los vigilantes del centro comercial están acostumbrados a ver a los mismos delincuentes. Muchos son extranjeros.
"Los ladrones se sientan en la barandilla (situada en Pelai) esperando un descuido de nuestros clientes dentro de la tienda. Sacan el monedero de la cartera mientras nuestro cliente se prueba los zapatos o se llevan su bolso", cuenta Javier A., dependiente de una zapatería de la calle de Pelai. "Los japoneses son los más indefensos. Se les ve en la cara la frustración, pero no pueden comunicarse", dice.
Los grupos de mujeres que vienen a celebrar despedidas de soltera en la ciudad suelen ser otro blanco fácil. En los hoteles les advierten de que tengan cuidado y no descuiden las pertenencias, pero el baile, la fiesta y el alcohol hace que las precauciones desaparezcan. "En dos ocasiones han llegado clientas llorando por robos grupales", dice el recepcionista de un hotel de la avenida del Paral.lel, que recomienda a los clientes no ir a a la Rambla a través del Raval por precaución.
Pero las advertencias no solo llegan a los turistas apenas pisan Barcelona, sino también desde su país de origen. Irene Mc Gregor, que visita estos días Barcelona junto a su marido, dice que todas sus amigas le habían advertido de que tuviera cuidado con la cartera y la cámara en Barcelona. "Pero no me he sentido insegura. Al contrario, no veo en la calle motivo de peligro", señala.
Wim Mestdagh, también de vacaciones, asegura que en el hotel le han advertido de todas las precauciones de seguridad que debía tomar en la calle. "He visto poca policía, pero no me siento en una ciudad peligrosa. En el hotel me dijeron que el metro era muy peligroso. Es cierto pero la calle parece mucho más segura", comenta.
En otro punto neurálgico del turismo, los comerciantes de la Rambla aseguran que la policía debía tener mayor presencia para intimidar a los maleantes. "No tenemos una delincuencia alarmante, pero sí se deberían mejorar algunas cosas. Estamos hartos de los trileros, que son unas mafias que comenten robos con toda impunidad", asegura Carmen Romero, presidenta de los floristas.

EL PERIODICO DE CATALUÑA.

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